miércoles, 12 de junio de 2013

EL PLAN DEL DIABLO EN SU LIBRO

Embrutecer al hombre, destruyendo así la imagen de Dios en él.
El plan más antiguo para destruir al hombre es casi tan antiguo como la Creación, pero no estamos especulando, las pruebas de su existencia milenaria son tan reales como el día, y su lógica tan precisa como para ser la temática subyacente de la Sagrada Escritura.

Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza. (Génesis 1:26).

Una sola frase de insuperable elocuencia nos da la medida del hombre, insuperable, al grado de provocar la mayor envidia y consiguiente rebeldía del primer racista de la historia: "Luzbel"; tras su revuelta: "Satanás,"  o el adversario.

La imagen y semejanza nos hablan ya de una inteligencia capaz de entender y de comunicarse con la Inteligencia Infinita que nos creó, primera prueba de la paternidad de Dios refrendada por Jesucristo en el Evangelio:

Y no tengáis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. (Mat 23:9)


Esa perfección hacía invulnerable al hombre
El plan del Diablo exigía, por tanto, crear en el hombre un "talón de Aquiles," una imperfección, una herida por la cual pudiera vaciar al hombre de todas sus perfecciones.


martes, 4 de junio de 2013

La sacralidad de los nombres y las etiquetas del Diablo

Falto de discernimiento hasta el hundimiento

La Sagrada Escritura no es optativa, es obligatoria, sobre todo para un obispo.

Y en el terreno de la Sagrada Escritura los nombres son fundamentales desde Génesis hasta el Apocalipsis, y para todos los re direccionamientos intermedios en los que Dios manifiesta su voluntad cambiando los nombres con la explícita intención de separar y reorientar a su pueblo. De esta manera, Dios marca a un pueblo como elegido suyo dándole a conocer su nombre "Yo Soy". El Que Es como fuente de toda existencia, y fuera de Quien nada puede existir. Antes de eso, Dios convoca a Adán a nombrar a todos los animales como señal del señorío del hombre sobre la Creación. Cambia el nombre de Abram por Abraham (padre de muchos pueblos) y el de Saraí a Sara para que fuera madre de Isaac, su predilecto. A Jacob le da el nombre de Israel; e igualmente, Jesucristo con la misma autoridad cambia el nombre de Simón por Pedro para fincar sobre roca su Iglesia. Y de la misma manera nos reserva un nombre definitivo, eterno, a cada uno en particular: "'El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré del maná escondido y le daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita un nombre nuevo, el cual nadie conoce sino aquel que lo recibe.'" Siempre piedra. Jamás algo maleable como la plastilina o el hierro, o el más dúctil acero pues en ello está el peligro.

Etiquetar con falsedad es la forma más efectiva de engañar.
 Lo que es igualmente bíblico, y tan bíblico como insuperablemente grave. Después de todo, Eva no hizo otra cosa que re etiquetar a Dios y al Diablo con los calificativos de embustero que aplicó al Único Veraz; y de veraz con que premió al embustero por excelencia. Este fue en esencia el Pecado Original; la forma en que engañándose a sí misma y emboletando en su viaje a Adán nos dejó a sus descendientes como burros desorejados.

¿Qué tiene de increíble entonces que Bernard Fellay aparezca orondo al pie de dos cartelones que anuncian a Benedicto como papa? ¿Cómo papa???

Con los antecedentes señalados, increíble no; ¡pero insuperablemente grave sí!