jueves, 2 de junio de 2011

SACRILEGIO EN ASIS 1986, Y EL PAPA QUE NUNCA LO FUE



Dos ladrones, uno bueno y uno malo, y la Cruz del Redentor estaba al centro.

  Jesucristo era proclamado Rey por mano del Procurador del Imperio, Poncio Pilato. Y cuando los judíos fueron a exigirle que cambiara lo que el Cielo le obligó, lo escrito escrito está, les repondió.

Y escrito estaba: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa  las ovejas de los cabritos.  Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. (San Mateo 25:31-33). Los de su derecha irán al eterno premio, los de su izquierda al Infierno eterno.

Seiscientos años antes de Cristo nacía Buda, el mal ladrón; y seiscientos años después de Cristo nació Mahoma, el buen ladrón. Una simetría en la línea del tiempo demasiado precisa para ser accidental. Escrito está, había respondido Pilato sin sospechar lo mucho que abarcaba su frase. "No tendrías poder sobre mi si no te fuera dado de lo alto" le había dicho Jesús a Pilato, y el Poder de lo Alto había fijado, equidistantes en la línea del tiempo los nacimientos, uno antes y otro después de Cristo de los más grandes ladrones de almas que hubiera de conocer la historia: Buda y Mahoma.  

 Mahoma fue el "Gran Defensor de la Virgen" contra los judíos, y Jesús jamás abandona al defensor de su Madre: "Hoy mismo estárás conmigo en el Paraiso". 
 
Buda fue, en cambio, la antítesis absoluta de Jesús; y los budistas de los cristianos: Ya lo hacía notar Chesterton a los ingleses: Vean el contraste patente en los vitrales de nuestras catedrales góticas, como, a diferencia de los budas con sus ojos siempre cerrados, los santos tienen los ojos abiertos como platos. Las dos actitudes más contrastantes del alma. La más fuerte oposición en el espíritu: 

 Mateo 13:12
          Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

Y Juan Pablo II lo sabía.

Para cambiar a la Iglesia Católica por su contraria es fundamental cambiar el prototipo de santo por su antítesis, por un prototipo de demonio, del príncipe de este mundo (como lo vimos en el post anterior rodeado de las grandes águilas en su sepelio) y de la mentira. Para ello basta, como veremos, con un modelo a presentarse como supremo, el de Juan Pablo II. 



 Estatuilla de Buda sobre el tabernáculo

Cuando el 27 de octubre de 1986 Juan Pablo II hizo colocar una estatuilla de Buda sobre el tabernáculo estaba predicando, con toda la fuerza de la liturgia, que tan digno era Buda de ser adorado sobre el altar católico como Jesucristo. La Iglesia de San Pedro en Asís fue el lugar elegido, y el agradecimiento lo recibió del Dalai Lama en persona y de los monjes budistas que se postraron ante la abominación. Pero pocos cayeron en cuenta de la revolución manifiesta porque todos creyeron que el papa, por ser el papa, no podía estar cometiendo un acto de apostasía. En resumen, todos quisieron creer que el papa, por ser el papa, no podía ser otra cosa que un creyente veraz en la única Encarnación del Verbo Eterno en la Santísima Virgen María, sin paralelismo posible en la madre de Buda. ¡Ah! Pero el salvacionismo universal predicado por Juan Pablo desde que era Karol Wojtyla, cardenal arzobispo de Cracovia, parte de esa creencia; y en su libro, "Signo de Contradicción" lo había manifestado ya. Había puesto por escrito desde entonces lo que iba a ejemplificar sobradamente en Asis el año de 1986; año memorable por sus dos apostasías: 1) El 13 de abril su visita fraterna al Gran Rabino de Roma cuyo satánico Talmud exige creer las peores bajezas de nuestro Señor Jesucristo y de Su Santísima Madre; y 2) su celebración el 27 de octubre que nos ocupa en Asís.


Independientemente de las órdenes sagradas de un obispo, Karol Wojtyla se había manifestado apocatástata, creyente en el salvacionismo universal; negador del Infierno, de las características del eterno castigo y del Juicio Final que manda al Infierno a los réprobos. Si el Evangelio no mentía, entonces mentía Karol Wojtyla. El disfraz de obispo era igualmente mendaz. Un no católico no puede ser obispo, mucho menos papa. Juan Pablo II engañó a cardenales de un cónclave. Juan Pablo II nunca fue papa. Pero volvamos a Asís que lo confirma.
 Toma lateral del mismo altar, Asis 1986

Y resumiendo más aún: nadie se hubiera atrevido a decir que, para Juan Pablo II --el más querido y popular de los papas que alcanza el recuerdo-- daba lo mismo celebrar la próxima Navidad con el niño Jesús que con Buda en el pesebre. Ni modo que diera lo mismo el humilde establo de Belén de Judá que recibiera al Niño Dios, que el soberbio palacio de Sidharta Gautama (el primer Buda) en la India. Imposible igualmente confundir a la sublime madre del Salvador, pero también la humilde Doncella de Nazaret con la soberbia reina Maya de Sakya que viviera 600 años antes en la provincia asiática de Mydev y que daría a luz a Buda. Pero, tenemos que tomar en cuenta que, a la celebración ecuménica que nos ocupa ¡no dejó entrar una imagen de la Virgen María Madre de Jesús para no ofender a las demás religiones!

Los monjes budistas postrados ante la superioridad de Buda
¿Qué semejanza podía tener para Juan Pablo II el Redentor del Mundo, el Cordero sin Mancha del Martirio Sagrado, querido y libremente asumido como Víctima expiatoria en la Cruz por los pecados del mundo, y a quien él tenía la obligación de adorar como su ÚNICO Dios y Señor, con el Buda que se quitó la vida para no sufrir ingiriendo estupefacientes en dosis mortal? Peor aún, ¿cómo creer en tamaña burla al mundo, sangrienta para mil millones de católicos de parte de un papa?

¡Imposible creer en tal suma de absurdos!

Sin embargo, la suma de aberraciones a los que habría que sumar mil más eran un disfraz, impenetrable por impensable, por exagerado, por surrealista, por irreal, que le permitiría poner todo de cabeza --dentro de la iglesia y en el ánimo de millones-- sin que su traición fuera palpable ni su popularidad menguara. Acaso el papa, por ser el papa, podría ser capaz como vicario de Cristo de atentar con su conducta, tan descaradamente contra la infinita dignidad de su Señor? ¡Imposible creer tal cosa!

¡Peores bufonadas estaba haciendo con sus encíclicas!

La doctrina ya la vimos en post anterior bajo "Imposible Beatificar a Juan Pablo II": Tu también eres Cristo; todos son Cristo y ¡todos al cielo!: ¡Adórate a ti mismo! Y Juan Pablo ponía el ejemplo. De popularidad intachable, la función profética del papado jamás habría de tomarla en serio para manchársela. Predicaba la misericordia pero jamás el Infierno. Era el ídolo de esos medios de menos moral que pornografía, ¡y a nadie lo reprendía! ¿Pederastas? ¡Lo de menos! Tenía todo de amable y nada de justiciero. ¡Que blasfemen los judíos! ¡Que yerren los protestantes! ¡Que se condenen los ateos! Por nadie se despeinaba. Blanco, pulcro y buen actor, con gracia recibía los aplausos. Beato de las multitudes superaba juntos a Michael Jackson, a los Beatles y a Madonna en la idolatría de las masas, en el aplausómetro, en lo payaso y en lo trivial. Buda sobre el altar, y arriba del tabernáculo mismo. Un ídolo arriba del verdadero Dios presente en la Eucaristía, y con ello predicaba otra religión, diabólica, al mundo entero:

 Mateo 24:15
          «Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, erigida en el Lugar Santo (el que lea, que entienda),
 Asis 86, con la cruz de cabeza en el respaldo del trono.

  San Pablo lo avizoró: "Hombre impío, el Hijo de perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios." (II Tesalonisenses 2:3-4) El Buda sobre el altar del Sacrificio Sagrado, el Buda que se suicidara para no sufrir sobre el altar de El que hiciera del dolor el medio para redimirnos. La exaltación del suicida sobre El Vencedor de la Muerte: Y Juan Pablo II como el árbitro de los dioses. Y 160 representantes de distintos credos a su llamado y bajo su batuta en Asis.

 
Entre sus "iguales", para igualar a Cristo con todos y con cualquiera. La nueva religión ejemplificada: Da lo mismo como y a quien se rece.


Si Dios --como decía JPII-- se había hecho hombre en todo hombre desde el momento de la creación del hombre, la madre del Buda no era menos que la Madre de Jesús. Ni era el Vicario de Jesucristo más que el Dalai Lama, o que los jefes del paganismo, que los adoradores de serpientes o que los ministros protestantes. Esto era tan criminal que nadie podía creerlo, y como nadie podía sospecharlo, y mucho menos creerlo a pesar de que lo decía, y lo representaba vívidamente y ante el mundo entero, nada parecía alterarse ¡porque nadie podía creerlo! Lo estaban viendo, ¡pero nadie podía creerlo!

Pero el Concilio Vaticano II en el que Wojtyla había participado de manera destacada era el punto de referencia de planes largamente trazados, y no sólo Buda, sino Mahoma cuyo Corán besaba, y hasta usted que me lee eran adorables para el papa que no solo canonizó y beatificó más santos y beatos que todos los papas de la historia juntos, sino que por su doctrina manifiesta en sus prédicas y encíclicas ya daba por salvos y santos a la humanidad entera. 


Con la disculpa de la paz el beso de Judas: 
Ancho es el camino que conduce a la pedición. (Mt 7:13 ss)


Sí, leyó usted bien. A Judas Iscariote, al genocida Stalin, al traicionero Hitler. . . al asaltante que habrá de robarle mañana; al asesino que en el futuro se disponga a quitarle la vida. La doctrina de Juan Pablo era tan sencilla cuanto anticristiana y absurda: Cuando el Verbo Eterno del Padre Encarnó. . . ¡Váyase usted de espaldas! Encarnó formalmente en todo hombre, ¡Tú eres Cristo! Así de adorable, ¡adórate a ti mismo! Y para quitarles toda duda de la cabeza, ya había volteado su predecesor, Paulo VI, los altares al revés, para que el sacerdote que antaño se hincaba ÚNICAMENTE delante de Dios, tras la consagración se hincara también ante ti. ¿Acaso es esto menos absurdo? PERO LA DOCTRINA ES LA MISMA.
La doble prédica con el poder de la liturgia, con el poder del ejemplo, con el poder indiscutible de lo repetitivo ya no ofrecía mucho peligro llegado el momento en Asís. Si se hincaba ante el hijo de Maya como sus predecesores sólo se habían hincado ante el Hijo de María, también se hincaba el oficiante de la nueva misa "in persona Cristi" delante del hijo de tu madre, delante de ti, ¡y de tu madre también!
Canonizaba a todo lo que le pusieran delante, pero tampoco daba lugar a que alguien pudiera sentirse discriminado. No eras menos canonizable para Juan Pablo II que Santa Juana de Arco o San Juan Diego.



         Junta de rabinos: El Talmud que obliga a creer las más degradantes blasfemias no los separaba, sino que por el contrario, los unía.

Fue el engañador que avizoró San Pablo para el final de los tiempos, al que describe como sigue: " Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios. ¿No os acordáis que ya os dije esto cuando estuve entre vosotros? (II Tesalonisenses 2:3-5)

Primero tiene que venir la apostasía, el calificativo propio para un concilio universal, el Concilio Vaticano II sin el cual no podría hablarse de una apostasía generalizada. Esta renuncia masiva al Evangelio y a la tradición quedó plasmada en los cambios, tendientes todos a desfigurar a la iglesia y a expulsar a los fieles horrorizados. Véase mi post anterior: "¿Tiene derecho a seguirse llamando católica una iglesia que --con el Concilio Vaticano II como su nueva Carta Magna-- contradice punto por punto al evangelio? (Los fieles cristianos hacemos notar a los obispos)". ---
Véase

Me maravillo de que abandonando al que os llamó por la gracia de Cristo, os paséis tan pronto a otro evangelio no que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren deformar el Evangelio de Cristo  Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema! Como lo tenemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema! (Gálatas 1: 6-9)

Hay cosas que sabemos que no pueden ser ciertas, y en consecuencia las descartamos. Oí mal, leí mal, no puede ser, tengo que ser yo el que está mal. Pero cuando ya no queda duda de lo que oigo. . .

(Continuará)